sábado, 18 de mayo de 2013

UNO

Hace mucho tiempo encendí un faro y si os digo la verdad aún no sé por qué lo hice.
Quizá fue por un punto de soledad o quizá por un delirio de grandeza. Es posible que fuera una subcorriente freudiana o una mala digestión.

Ni idea.

El caso es que a la luz de ese faro se acercaron muchos seres de la oscuridad. Algunos perdidos, otros satisfechos, unos de paso, otros hambrientos...

Casi todos se terminaron marchando excepto tres.

Para uno de ellos escribí lo que sigue. Lo que supongo será la entrada número uno de esta cosa. De este blog construido para recordar y para intentar que nada se pierda porque, aunque quisiera, dudo que pudiera volver a encender aquella luz.

Hay cosas que uno puede (debe) hacer una vez en la vida. Después todo es pasado y a nadie ayuda anclarse en lo que ya no es.


Hablaban en idiomas distintos.
Ella sólo en yanosveremos,
él siempre en quizácoincidamos.
Se encontraron en el país de
las maravillas y se pusieron a jugar.
¿A qué jugaban?
Ella creía que a quizávalgalapena,
él con seguridad que a nuncasesabe.
Los dos ganaron, los dos perdieron,
ella ganó un amigo y perdió el miedo,
él ganó una amiga y perdió el silencio.
Ella era esquiva como la brisa,
él quería ser libre como el mar,
se encontraron en la playa del fin
del mundo y se pusieron a jugar.
¿A qué jugaban?
Ella pensaba que a elamornoeslomío,
él sabía que a sóloparacharlar.
Los dos ganaron, los dos perdieron,
ella paró el tiempo y perdió recuerdos
él ganó palabras y olvidó el camino.
Se encontraron en la luna
y se pusieron a jugar.
¿A qué jugaban?
A creer que todo se puede desear.